Aunque Berlín tiene suficientes atractivos como para que pases allí días enteros, quizá en algún momento te interese salir del ajetreo de la ciudad y visitar algún otro lugar de interés en los alrededores de la ciudad.
Desde el cercano encanto de los palacios, parques y lagos de Potsdam, hasta el recuerdo de lo más amargo de la historia en el campo de concentración de Sachsenhausen, pasando -si estamos dispuestos a ir algo más lejos- por la bella ciudad de Dresde, hay muchas cosas interesantes que ver en los alrededores de Berlín.
Dresde:
A apenas dos horas de Berlín, Dresde se cuenta entre las ciudades más bonitas de Alemania. A pesar de haber quedado prácticamente arrasada durante la Segunda Guerra Mundial y de haberse visto muy afectada por graves inundaciones en los últimos años, se ha llevado a cabo una labor de restauración muy exhaustiva y que permite disfrutar de su arquitectura original en todo su esplendor.
La visita puede empezar en el centro histórico, donde se pueden encontrar varias iglesias y palacios barrocos, entre los que destacan la Frauenkirche en el centro de la gran plaza del Neumarkt, y el palacio Zwinger, junto a la plaza de la ópera. Paseando tranquilamente se puede ocupar toda la mañana en recorrer las callejuelas del casco antiguo, entrar a algunas de las iglesias que encontraremos a nuestro paso y visitar los palacios y museos que más nos llamen la atención.
Si el tiempo lo permite, la subida a la torre de la Kreuzkirche permite contemplar una bonita panorámica de la ciudad y del casco antiguo. También es posible unirse a un recorrido guiado por el interior de la famosa ópera de Dresde, que durante 45 minutos nos llevará a entender cómo llegó a tener su aspecto actual después de múltiples reconstrucciones.
Después de recorrer a pie el casco antiguo, lleno de rincones con encanto, se puede cruzar el río para dar un paseo por la Neustadt, la zona más joven de la ciudad y donde mejor se puede buscar un lugar donde tomar una cerveza sajona o degustar todo tipo de comidas.
Una vez vistos los principales puntos de interés turístico de la ciudad, y si nos sobra tiempo, se puede dedicar una mañana o una tarde a conocer el Este de la ciudad. En tranvía o autobús podemos acercarnos hasta el puente colgante más famoso de Dresde, que sus habitantes apodan “la Maravilla Azul”.
Tras cruzarlo a pie contemplando la ribera del Elba se puede coger el tranvía o el autobús de nuevo hacia el Oeste hasta llegar a los castillos del Elba. En la orilla norte del río, sobre una pequeña elevación, se alzan tres castillos o palacios de distintos estilos arquitectónicos y que hoy se han reconvertido en centros de congresos u hoteles. Desde allí se puede ver también Dresde en toda su extensión a lo largo del río, por lo que la visita merece la pena.
Dresde es una ciudad importante, así que hay bastantes combinaciones de tren y autobús, algunos de ellos bastante baratos, pero si preferimos ir en una visita guiada desde Berlín, hay opciones interesantes como ésta.
La mejor época del año para visitar la ciudad comienza en primavera, cuando los jardines están verdes y se puede pasear por la orilla del río, disfrutando de sus festivales y del magnífico ambiente al aire libre.
Potsdam
Potsdam es la ciudad más grande y capital del estado de Brandeburgo, que rodea la ciudad-estado de Berlín. Es una ciudad con más de mil años de historia, y a pesar de los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, sigue contándose entre las más bonitas del país. Se puede llegar desde Berlín en poco más de media hora con el transporte público de la ciudad o con un tren regional, por lo que merece la pena dedicarle una visita.
Su principal atracción es el Palacio Sanssouci, que junto con su recinto ajardinado constituye un típico ejemplo de palacio barroco. Además de admirar algunos de sus palacios e iglesias barrocos y neoclásicos, es un placer pasear por las calles de Potsdam en primavera y verano, y son especialmente destacables los barrios Alexandrowka o el Barrio Holandés.
Para los amantes de la pintura, la Bildergalerie expone obras de Caravaggio, Rubens o Van Dyck.
Campo de concentración de Sachsenhausen:
A tan sólo media hora de Berlín se encuentra también uno de los campos de concentración que la administración nazi consideraba modélicos. Desde 1936 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial más de 200.000 personas se vieron arrastradas hasta allí por el régimen alemán.
Inmediatamente después de la caída del régimen nazi, el servicio secreto soviético tomó el relevo y siguió utilizándo el campo con prácticas que vulneraban a todas luces los derechos humanos. Hoy en día se pueden visitar buena parte de sus instalaciones, además de exposiciones itinerantes que varían periódicamente.
Es sin duda una visita importante para todo aquel que quiera conocer un poco más de cerca el horror que millones de personas vivieron a lo largo y ancho de toda Europa durante el siglo XX. La entrada es gratuita. Se puede obtener más información en la página http://www.stiftung-bg.de/gums.
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Spreewald:
Cerca de Cottbus, la segunda ciudad más grande de la región, se extiende el Spreewald, una zona reconocida como Reserva Mundial de la Biosfera que hará las delicias de los que disfruten de un buen paseo por la naturaleza.
Desde Lübben se pueden alquilar barcas con las que descender por el río Spree entre árboles y multitud de aves acuáticas. Además de relajarse contemplando el paisaje fluvial de la zona, se pueden emprender distintos paseos hasta las localidades cercanas, y visitar, por ejemplo, el museo dedicado a los pepinillos de Spreewald, los más famosos de Alemania.
Existen excursiones organizadas por la reserva, y no hay problema a la hora de encontrar alojamiento o un lugar donde degustar algún producto típico junto a la orilla del río.